domingo, 13 de noviembre de 2016
CONGELADA
Vienes tú con esa sonrisa a poner patas arriba mi desastre.
Te vas, fugacidad del momento, pienso.
Mi escalofrío no corrobora lo que mi mente afirma.
La felicidad viene a ratos, al igual que mi confusión.
No me desordenes todavía más, que antes de ti, yo me intentaba creer cuerda.
Y ahora cualquier excusa es buena, pero mi juicio se ha ido cual palabra con el viento.
Cuando noto tu ausencia es como abrir el grifo de la ducha en invierno y que caiga sobre mi piel un sinfín de agua fría.
Frío cuando faltas, confusión cuando estás, no sé qué es peor.
Me limito a fijarme en las sonrisas, y ahí, entre la gente al cruzar la calle, vuelve la tuya
salvándome la vida.
Salvas vidas, pero no destinos.
Porque el mío fue caer en la tentación y no saber volver a casa.
Espero que nunca se apague ese brillo en los ojos, esa mirada que un día me habló y ese cuerpo que un día se proclamó Dios sobre el mío.
Porque a veces, y aunque no lo creas, puede llegar una persona que te cambie la vida.
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Mucha poesía...
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